Por la potencia evocadora de los objetos que guarda y por su entorno dominado por la presencia del mar, la casa de Isla Negra es una especie de compendio visual y material del imaginario poético de Neruda.
El lugar se llamaba originalmente Las Gaviotas. El poeta lo rebautizó como Isla Negra por el color de sus roqueríos y quizás porque ahí podía aislarse para escribir. Al regresar de Europa a Chile, en 1937, buscaba un lugar para dedicarse a su Canto General, un gran libro sobre la historia y la naturaleza americana. "La costa salvaje de Isla Negra, con el tumultuoso movimiento oceánico, me permitía entregarme con pasión a la empresa de mi nuevo canto"- anotó en sus memorias.
La casa Isla Negra está inserta en el paisaje costero. Allí el mar con su oleaje, rompientes, playa y roqueríos, reactualizaba la enorme impresión que el poeta tuvo cuando, siendo niño, se enfrentó por primera vez al océano, en Puerto Saavedra. Luego el mar se convertiría en uno de los escenarios míticos de su poesía.
Las colecciones más importantes que se conservan en esta casa, se vinculan con el mar: mascarones de proa, réplicas de veleros, barcos dentro de botellas, caracolas marinas, dientes de cachalote. Hay también espacios que conmemoran su amistad con algunos poetas y amistades fallecidas, cuyos nombres hizo grabar en las vigas del bar. También se muestra a los visitantes otras colecciones, como las de botellas de formas extrañas, máscaras, zapatos antiguos y pipas.
En la casa de Isla Negra, Neruda escribió parte importante de su obra literaria, reunió allí la mayoría de sus libros (actualmente en depósito en Santiago) y también ejerció la hospitalidad, que es otro de los legados de su infancia sureña.