Siento el cansancio de Santiago. Quiero hallar en Valparaíso una casita para vivir y escribir tranquilo. Tiene que poseer algunas condiciones. No puede estar ni muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria, pero no en exceso. Vecinos, ojala invisibles. No deben verse ni escucharse. Original, pero no incómoda. Muy alada, pero firme. Ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización. Independiente, pero con comercio cerca. Además tiene que ser muy barata ¿Crees que podré encontrar una casa así en Valparaíso?
Éste fue el encargo que Pablo Neruda les había hecho, en 1959, a sus amigas Sara Vial y Marie Martner. Parecía difícil encontrar una casa que satisficiera las aspiraciones del poeta, pero después de mucho buscar apareció la obra gruesa de un caserón, ubicado en el cerro Florida. La había construido el español Sebastián Collado, quien había buscado el lugar donde se pudiera abarcar todo Valparaíso con la mirada. Quería que el tercer piso de la casa fuera una pajarera donde los pájaros volaran libres. Cuando Neruda, conoció la edificación y supo de estas ideas, le pareció que era la casa de sus sueños y que su constructor, aunque no escribía versos era un poeta de la construcción y por eso le puso La Sebastiana.
La casa se inauguró el 18 de septiembre de 1961. Alhajada en el particular estilo ecléctico que caracterizaban las casas del poeta. Donde no faltan los retratos de personas a quienes admiraba; bodegones y marinas que inspiraban su imaginario poético; botellas y objetos curiosos para disfrutar junto a sus amigos en las muchas fiestas ahí realizadas. Privilegiando en cada piso vistas panorámicas del entorno, los cerros de Valparaíso y en el último piso, el escritorio, una panorámica de la bahía desde donde disfrutar el tradicional espectáculo pirotécnico del puerto. Allí pasó su último fin de año, el de 1972 y vio llegar 1973. Ése año la casa fue saqueada después del golpe militar.
Restaurada en 1991, se inaugura ése mismo año como museo